Monday, September 6, 2010

Carlos Malamud, Spain, On CUBA

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 • Fidel Castro ya no es el que era... pero sigue siendo

Carlos Malamud
Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e
investigador principal del Real Instituto Elcano


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
Fidel Castro ya no es el que era... pero sigue siendo Por Carlos Malamud,

6 de septiembre de 2010

A comienzos de septiembre de 2010 Fidel Castro retomó una de sus actividades favoritas: el contacto directo y sin intermediarios entre el líder y las masas. Tras cuatro años de dura enfermedad y ya, según todas las evidencias, presuntamente recuperado de los males que lo aquejaban, la actividad febril desarrollada por el líder máximo
de la revolución en las últimas semanas ha desatado todo tipo de interpretaciones.

Sin embargo, el Castro que hemos visto en esta oportunidad no es el que era y los temas por él abordados en las últimas jornadas tampoco son los de antes. Queda entonces en el aire la pregunta de si algo ha cambiado en Cuba en el supuesto de que haya cambiado algo. En su toma de contacto con los estudiantes universitarios hemos visto a Fidel Castro enfundado en su simbólico uniforme verde oliva, aunque sin galones, medallas ni estrellas. Quedaba atrás el chándal de marca que lo acompaño en sus
cuatro años de convalecencia. En esta ocasión volvió a hablar de su tema
favorito de los últimos meses, la posibilidad de una hecatombe nuclear.

La cosa no quedó ahí. Para dar mayor dramatismo a su mensaje señaló que “le ha
correspondido a Cuba la dura tarea de advertir a la humanidad del peligro
real que está enfrentando”. Pero no nos preocupemos, ya que esta dura y
pesada tarea ha recaído, por propia voluntad, responsabilidad y conciencia
revolucionaria, sobre sus propias espaldas.

Al centrarse en estas cuestiones debió obviar, o callar, aquellas que habían
sido centrales en su discurso más tradicional y en su permanente lucha en
defensa de la ortodoxia revolucionaria. Si los temas abordados no eran los
de antes, la imagen transmitida tampoco era la de antaño. Sus ojos han
perdido buena parte de ese brillo feroz con que encandilaba a los suyos y
sembraba el terror entre los tibios y los contestatarios. Incluso leyó el
discurso que, cosa extraña, no se extendió más de 50 minutos. Visto lo
visto, todo indica que parece estar dispuesto no a perdonar sino a que lo
perdonen. Él, el que nunca se equivocaba, ya que las autocríticas estaban
hechas siempre para los otros, como mostró de maneja ejemplar el caso de los
fusilamientos del general Arnaldo Ochoa y del coronel Tony la Guardia –,
ahora muestra signos de debilidad.

Esta vez, en un largo reportaje concedido al periódico mexicano La Jornada, si bien asumió como equivocada la feroz persecución desatada desde las más altas instancias contra la homosexualidad en los años más duros de la revolución, se negó plenamente a asumir su propia responsabilidad, con el argumento de que eran años de mucha tensión y mucho ajetreo, en los que era imposible estar al tanto de toda la agenda.
Sin embargo, sí dijo que se habían excedido en el tratamiento de la cuestión.

Como si la realidad inmediata no existiera, o no interesara, Castro se
dedicó a pontificar más de lo divino que de lo humano, más de lo que le
preocupa al orbe global que a la urbe cubana

Pese a su actitudes recientes, lo más curioso de su intervención ante los
estudiantes universitarios de La Habana, en línea con buena parte de sus
recientes apariciones públicas y de sus últimas reflexiones, fue la
prácticamente nula alusión a los asuntos más inmediatos. Así obvió los temas
internos cubanos, los abundantes problemas cotidianos que deben afrontar sus
resignados compatriotas, la seria y grave crisis económica que vive el país,
el camino casi sin salida, en definitiva, en que se encuentra encallada la
revolución, pese a que se repita de forma machacona e insistente el mantra
de “patria o muerte”.

Como si la realidad inmediata no existiera, o no interesara, Castro se dedicó a pontificar más de lo divino que de lo humano, más de lo que le preocupa al orbe global que a la urbe cubana, y así fue como se volvió a explayar sobre el riesgo inminente de una guerra nuclear, aunque sin pronosticar, en esta ocasión, la fecha exacta en que ésta tendría
lugar.

A la vista de lo dicho y escrito por Castro en las últimas semanas se podría
concluir que éste vive al borde de la conmoción por el tema nuclear, a tal
punto que lo discutió en profundidad con Hugo Chávez y sus reflexiones
también fueron oídas por Evo Morales. De este modo, se ha establecido una
vez más un fuerte vínculo entre abuelo, padre e hijo en la revolución, una
revolución que hoy es más bolivariana que socialista, pese a las soflamas de
unos y otros. En esta ocasión Castro se ha plegado una vez más a la postura
chavista, como muestra su cerrada defensa del plan nuclear iraní. Y así fue
como se preguntó si acaso es un delito construir una central nuclear con
fines pacíficos, dando por sentado que esos son los firmes propósitos que
mueven al régimen iraní.

La transparencia del régimen cubano sigue inmersa, como viene ocurriendo
desde la época de la clandestinidad, en un cono de sombra del que no ha
podido, o no ha querido, salir

Tras su larga enfermedad, que lo tuvo al borde de la muerte, como el mismo
Fidel Castro confesó, y su prolongada convalecencia, no es de extrañar la
reaparición de las batallas juveniles en su relato. ¿Estaremos frente al
caso del abuelo, ya mayor, recordando una y otra vez sus batallas de otros
tiempos? Porque es bueno recordar que fue en 1962, y no ahora, cuando se
produjo la llamada crisis de los misiles, el momento en que el mundo se
encontró al borde de la catástrofe nuclear. Y si esto hubiera ocurrido, él
hubiera sido uno de los principales responsables, por no decir el máximo
responsable de lo que hubiera podido suceder. Su dureza se debía a que había
que demostrar, adentro y afuera de Cuba, que la consigna que guiaba a la
revolución, el ya citado “patria o muerte”, no era una boutade y que la
revolución no iba de farol.

Las apariciones recientes de Fidel Castro han hecho correr ríos de tinta y
han dado lugar a numerosas interpretaciones y especulaciones sobre las
reales motivaciones y el sentido último de sus palabras, como recordaba
recientemente Andrés Oppenheimer. La transparencia del régimen cubano sigue
inmersa, como viene ocurriendo desde la época de la clandestinidad, en un
cono de sombra del que no ha podido, o no ha querido, salir. Algunos inciden
en el tradicional reparto de roles, policía bueno, policía malo, entre los
dos hermanos Castro.

En este caso, los asuntos de casa y los de comer le tocan a Raúl, mientras los importantes, los verdaderamente trascendentales, como los de la guerra y de la paz, recaen sobre las espaldas de Fidel. Pese a ello, no se sabe a ciencia cierta si Fidel apoya convencido, o a regañadientes, la labor gubernamental de su hermano Raúl. También están los que creen que el discurso de Fidel en torno a lo nuclear es sólo una cortina de humo para que no se hable de la muerte de Orlando Zapata Tamayo o del
lamentable estado de salud de Guillermo Fariñas.

Mientras el mayor de los hermanos Castro siga vivo son pocas las esperanzas
de que podamos asistir a grandes y trascendentales cambios en Cuba

De todos modos, pese a ese distante segundo plano en que está ubicado, la
capacidad de veto y bloqueo que tiene Fidel Castro sobre el futuro de Cuba
sigue estando ahí y se mantiene incólume. Por eso, mientras el mayor de los
hermanos siga vivo son pocas las esperanzas de que podamos asistir a grandes
y trascendentales cambios en Cuba. A lo más, seguirá el goteo de pequeñas y
limitadas acciones de parcheo, aunque los economistas cubanos más lúcidos
insisten una y otra vez en que ya prácticamente no hay más margen de
maniobra ni más tiempo para dilatar las reformas.

La consigna del momento es que la revolución debe permanecer por encima de
todo, inclusive por encima del cadáver del líder máximo. De ahí la plena
vigencia de la ya repetidamente citada consigna de “patria o muerte”. Sin
lugar a dudas, la revolución debe seguir siendo fiel a sus raíces, cueste lo
que cueste, o sufra quien sufra. Ojalá me equivoque, pero de ser las cosas
así, este lento y agónico seguir siendo de Fidel Castro arrastrará a su
pueblo a más sufrimiento y a una miseria mucho mayor de la ACTUALMENTE
EXISTENTE

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